Por Lilian Cid/ Noel David Suárez

En el nuevo episodio de Pidiendo Pista nos sumergimos en la historia de un hombre que ha remado, literalmente, contra todas las corrientes. Serguey Torres, uno de los más grandes canoístas cubanos de todos los tiempos, se sienta con nosotros para hablar sin filtros sobre la vida detrás del oro olímpico. No solo es campeón de Tokio 2020; es un sobreviviente del alto rendimiento, un competidor incansable, y hoy también, un formador de nuevas generaciones.

No estamos ante una figura más del deporte cubano: estamos frente a un símbolo de persistencia, de entrega y de superación personal. Serguey no alcanzó la gloria de un día para otro. Su camino fue largo, a veces solitario, y siempre lleno de obstáculos. Pero como él mismo dice:

«Cuando uno quiere ser campeón, siempre encuentra la manera de lograrlo.»

Un atleta contra el reloj… y contra las dudas

A lo largo de 24 años de carrera, Serguey rompió el molde. Mientras muchos de sus contemporáneos ya se habían retirado, él se mantenía firme, renovando metas año tras año. Participó en cuatro ediciones olímpicas consecutivas —Beijing 2008, Londres 2012, Río 2016 y Tokio 2020—, y aunque la gloria le fue esquiva en los primeros intentos, nunca dejó de remar hacia ella.

En esta conversación, rememora el momento en que cruzó la meta en Tokio y tocó el oro con sus propias manos. Lo cuenta como quien revive un sueño que parecía imposible:

“Fue una sensación indescriptible. Me tomó una semana creérmelo. Todo en mi vida giraba alrededor de ese momento.”

Pero llegar allí implicó sacrificios enormes: desde cargar con la presión del país entero, hasta enfrentarse a decisiones técnicas que casi lo dejan fuera del bote. Y sin embargo, ahí estuvo. Persistente. Presente.

La mente: el verdadero motor

Uno de los momentos más poderosos de la entrevista es cuando habla del impacto que tiene el estado mental en el alto rendimiento. Para Serguey, el cuerpo solo obedece cuando la mente está lista.

“La mente es el 80% del resultado. Puedes estar físicamente impecable, pero si no estás bien enfocado, lo pierdes todo.”

La presión, nos cuenta, llegó a ser tan fuerte que incluso le provocó caída del cabello. Fueron momentos duros, emocionalmente desgastantes, donde el apoyo fue escaso y la exigencia excesiva. Aun así, logró convertir ese dolor en impulso. Y no olvida a quienes lo respaldaron: su psicóloga, su familia y figuras claves como el actual director de Alto Rendimiento, José Antonio Miranda, a quien agradece por confiar cuando nadie más lo hacía.

“Soy campeón olímpico gracias a una decisión que él tomó. Confiar en mí.”

El bote, la hermandad y la confianza

Otro de los grandes temas que recorre el episodio es la relación con sus compañeros de regata, en especial con Fernando Dayán, con quien compartió seis años intensos de preparación y competencia.

“Teníamos una relación casi de hermanos. Lo que nos faltaba en tamaño, lo teníamos en ganas, en corazón, en deseo.”

La confianza ciega fue el cimiento de sus triunfos. Entrenar juntos era una competencia diaria, una batalla constante que los empujaba más allá de sus propios límites. Así lo recuerda Serguey, con orgullo, pero también con la claridad de quien ha vivido lo bueno y lo malo del deporte.

De atleta a entrenador: una nueva etapa con la misma pasión

Hoy, retirado de la competencia activa, Serguey sigue vinculado al canotaje como entrenador. Y no lo hace desde la nostalgia, sino desde la convicción de que puede seguir aportando.

“Lo mío es el agua. Siempre supe que quería seguir cerca, aunque fuera como guía o ayudante.”

Esa transición ha sido natural para él, porque siempre fue un líder dentro del equipo. Ahora, quiere que sus atletas se sientan respaldados, incluso en la derrota. Porque sabe lo que es remar sintiéndose solo.

Y aunque el equipo nacional actual es joven y aún en formación, Serguey ve futuro:

“Ya tenemos un camino recorrido. Hay figuras consolidadas y talento nuevo. Mientras exista una oportunidad, esa será la mía.”

Una historia forjada desde la escasez… y la voluntad

Durante la charla, también se sincera sobre lo difícil que fue competir desde Cuba en desigualdad de condiciones. Cuando el canotaje mundial ya contaba con tecnología avanzada, él tuvo que buscar por su cuenta remos, GPS y lactómetros. Lo hizo porque entendía que nadie iba a preguntar qué le faltaba si no ganaba.

“Es tu carrera, tus años. Y si no ganas, nadie se detiene a pensar por qué.”

Incluso recuerda con cierta dureza cuando un titular de prensa sentenció: “Naufragaron las medallas.” Ese juicio mediático, ajeno al esfuerzo real, lo marcó para siempre. Y por eso ahora, desde su nueva posición, quiere sembrar una cultura de comprensión y respeto hacia el atleta.

La familia como cimiento de todo

Uno de los momentos más emotivos del episodio llega cuando habla de su familia. Su madre, quien lo inscribió en canotaje. Su círculo más íntimo, que siempre estuvo. Su psicóloga, su esposa, su equipo silencioso.

“No estaríamos aquí hablando si no fuera por mi familia.”

¿El futuro? Se construye remando

¿Será Serguey un gran entrenador? Solo el tiempo lo dirá. Pero si algo nos queda claro después de esta entrevista es que su historia está lejos de terminar. Él sigue remando. Y mientras haya agua, habrá camino.

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